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Fábulas y relatos orientales

El cochero vanidoso

Un día Yan Zi, Primer Ministro del Reino de Qi, salió en su carroza.

La mujer de su cochero, desde el portal observó cómo su marido, engreído y presumido, conducía los cuatro caballos desde el pescante.

Cuando el cochero regresó a casa la mujer le dijo que quería abandonarle.

El marido preguntó el porqué.

– Yan Zi es Primer Ministro de Qi – repuso ella –. Es famoso a través de todos los Reinos. Pero hoy lo vi sumido en sus pensamientos y sin darse aires.

Tú eres un simple cochero; sin embargo te das gran importancia y estás muy satisfecho de ti mismo.

Por eso te quiero dejar.

Desde entonces, el marido se comportó con modestia.

Cuando Yan Zi, sorprendido, inquirió el motivo de este cambio, el cochero le dijo la verdad.

Entonces Yan Zi lo recomendó para un puesto oficial.


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La piedra del deseo


Érase una vez un anciano que tenía tres hijos.


Eran muy perezosos y nunca habían trabajado.


Enfadado les dijo que tenían que aprender una profesión y trabajar porque él era mayor y pronto no estaría para ayudarles.


Los tres hermanos, se reunieron, pensaron un plan para viajar en busca de fortuna y encontrarse al cabo de tres años con las ganancias obtenidas.


Así hicieron.


Mientras el hermano mayor y el mediano aprendían oficios, el tercer hermano se encontró con una compañía de actores, se unió a ella y recorrió el país actuando con ellos, con su disfraz y su guitarra divertía a las gentes de los pueblos.


Un buen día, al cabo de tres años, recordó el acuerdo y quiso volver a su casa. En su camino, se encontró ante un gran mar, pero las olas eran tan altas que no pudo avanzar.


Se quedó triste y lloroso mientras tocaba una melodía en su guitarra. De pronto, vio al mensajero del rey dragón separando las olas.


— El rey dragón ha quedado maravillado con tu canción, te suplica que vayas a su reino y cantes para él.


El tercer hijo pasó en el reino tres días cantando y divirtiendo al rey dragón pero, de nuevo, quiso volver con sus padres.


El hijo del rey viéndole entristecido le avisó de que su padre le ofrecería oro y plata para que se quedara, pero le dijo que no los aceptara y en su lugar tomara la piedra mágica que él llevaba en su pecho, le concedería todos sus deseos.


Estoy muy feliz con tu presencia aquí, te daré oro y plata si te quedas, dijo el rey dragón al día siguiente cuando el hermano pequeño manifestó su intención de marchar.


— No quiero oro y plata, prefiero esa joya que tu hijo el príncipe lleva sobre el pecho, respondió el astuto hermano pequeño.


El rey dragón se la dio y el tercer hijo se marchó hacia su casa. Allí se reencontró con su familia.


Allí se encontró con toda su familia.


El anciano padre, estaba contento porque sus hijos mayores habían aprendido oficios, pero el pequeño se había hecho actor.


Así que ante el miedo que dilapidara su fortuna, le desheredaron.


Sin embargo, tenía la piedra del deseo del rey dragón y a ella le pidió una gran casa, animales, comidas y riquezas.


El hermano mayor, viendo todo aquello le pidió una parte de la piedra.


El hermano pequeño, que no era rencoroso y sí generoso, la repartió entre ambos pero, cuando el hermano mayor quiso pedirle un deseo, toda su casa y sus pertenencias salieron volando en un gran tornado, junto con su trozo de la piedra del deseo que voló por los aires hasta unirse de nuevo a su otra mitad.


Una vez juntas la dos mitades, se alejaron hacia el fondo del mar, de donde nunca jamás volvieron a salir.


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La lechuza se muda de casa

Un día la lechuza se encontró con la tórtola.


– ¿A dónde vas? – preguntó la tórtola.


– Me estoy mudando al Este – dijo la lechuza.


– ¿Por qué? – demandó la tórtola.


– A la gente de aquí no le gusta mi graznido – replicó la lechuza –. Por eso quiero trasladarme al Este.


– Si puedes cambiar tu voz, estará muy bien.


Pero si no puedes, aunque te vayas al Este, será lo mismo, porque a la gente de allí no le gustará tampoco.


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El muro desmoronado


Había una vez un hombre rico en el Reino de Sung.



Después de un aguacero, el muro de su casa comenzó a desmoronarse.



-Si no se repara ese muro, -le dijo su hijo- , por ahí va a entrar un ladrón.



Un viejo vecino le hizo la misma advertencia.



Aquella misma noche le robaron una gran suma de dinero.



Entonces el hombre rico elogió la inteligencia de su hijo; pero desconfió de su viejo vecino.


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La parábola del estudio


Ya tengo setenta años –dijo el duque Ping de Dsin a su músico ciego, Shi Kuang-.


Aunque quisiera estudiar y leer algunos libros, creo que ya es demasiado tarde.



-¿Por qué no enciende la vela? –sugirió Shi Kuang.



-¿Cómo se atreve un súbdito a bromear con su señor? –exclamó el duque enojado.


-Yo, un músico ciego no me atrevería –protestó Shi Kuang-.


Pero he oído decir que si un hombre es estudioso en su juventud, su futuro será brillante como el sol matinal; si se aficiona al estudio en la edad media, es como el sol del mediodía; mientras que si comienza a estudiar de viejo, es como la llama de la vela.


Aunque la vela no es muy brillante, por lo menos es mejor que andar a tientas en la oscuridad.



El duque estuvo de acuerdo.


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El zorro que se aprovechó del poder del tigre


Andando de cacería, el tigre cogió a un zorro.

– A mí no puedes comerme – dijo el zorro –. El Emperador del Cielo me ha designado rey de todas las bestias. Si me comes desobedecerás sus órdenes. Si no me crees, ven conmigo. Pronto verás como los otros animales huyen en cuanto me ven.

El tigre accedió a acompañarle; y en cuanto los otros animales los veían llegar, escapaban. El tigre creyó que temían al zorro, y no se daba cuenta de que a quien temían era a él.


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El hombre y el sándalo


Hace mucho tiempo un hombre de la india había escuchado sobre lo preciosa y aromática que era la madera de Sándalo, el deseaba tanto conocer y tener en sus manos esta madera que con mucha fe  empezó a escribir cartas a sus familiares y amigos, pidiendo amablemente  que le regalaran u trozo de Sándalo.


Pasaron días y semanas y el continuaba enviando cartas sin tener respuesta alguna, hasta que un día mordió el lápiz con el que escribía y sintió un particular olor, se trataba de lo que tanto anhelaba encontrar, el lápiz estaba hecho con Sándalo.


Moraleja: muchas veces en la vida deseamos descubrir u obtener cosas que creemos están tan lejos y fuera de nuestro alcance a tal punto que nos cegamos  de lo que nos rodea y no percibimos que eso que buscamos muchas veces está tan cerca o en nuestro interior.


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La Vasija con grietas

Un hombre que se desempeñaba como aguador, abastecía con el vital líquido a la casa de su patrono y para ello contaba con un sistema en el que amaraba dos vasijas a un palo, una de estas vasijas era perfecta y bien equilibrada la otra  tenía varias grietas y estaba desgastada.


Todos los días acareaba el agua del rio, la vasija perfecta se mostraba orgullosa por que conservaba la cantidad de agua a  pesar del largo camino, sin embargo la vasija agrietada se sentía inútil porque al final solo la mitad del agua se conservaba en su interior.


Un día fue tanta la tristeza de la tinaja agrietada que se disculpó con el hombre porque por sus grietas  solo podía entregar la mitad del agua y eso le causaba más trabajo, el aguador triste le contesto que cuando regresaran al rio quería que viese las hermosas flores que crecen a su lado.


En efecto la vasija las vio y el hombre le dijo que siempre había sabido de sus grietas y que solo quería sacar el lado positivo de eso y por esa razón sembró semillas para cultivar las más hermosas flores que cortaba para colocar en la tumba de su amada madre.


Moraleja: todos tenemos defectos que son como las grietas de la tinaja pero es nuestro deber trabajar para salir adelante y sacar algo positivo de ello.


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SÓLO SE NECESITA MIEDO


Había un rey de corazón puro y muy interesado por la búsqueda espiritual. A menudo se hacía visitar por yoguis y maestros místicos que pudieran proporcionarle prescripciones y métodos para su evolución interna. Le llegaron noticias de un asceta muy sospechoso y entonces decidió hacerlo llamar para ponerlo a prueba.


El asceta se presentó ante el monarca, y éste, sin demora, le dijo:


--¡O demuestras que eres un renunciante auténtico o te haré ahorcar!


El asceta dijo:


--Majestad, os juro y aseguro que tengo visiones muy extrañas y sobrenaturales. Veo un ave dorada en el cielo y demonios bajo la tierra.


!Ahora mismo los estoy viendo! ¡Sí, ahora mismo!


--¿Cómo es posible -inquirió el rey- que a través de estos espesos muros puedas ver lo que dices en el cielo y bajo tierra?


Y el asceta repuso:


--Sólo se necesita miedo.


*El Maestro dice: Caminar hacia la Verdad es más difícil que hacerlo por el filo de la navaja, por eso sólo algunos se comprometen con la Búsqueda.


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NI TÚ NI YO SOMOS LOS MISMOS


El Buda fue el hombre más despierto de su época. Nadie como él comprendió el sufrimiento humano y desarrolló la benevolencia y la compasión. Entre sus primos, se encontraba el perverso Devadatta, siempre celoso del maestro y empeñado en desacreditarlo e incluso dispuesto a matarlo.


Cierto día que el Buda estaba paseando tranquilamente, Devadatta, a su paso, le arrojó una pesada roca desde la cima de una colina, con la intención de acabar con su vida. Sin embargo, la roca sólo cayó al lado del Buda y Devadatta no pudo conseguir su objetivo. El Buda se dio cuenta de lo sucedido permaneció impasible, sin perder la sonrisa de los labios.


Días después, el Buda se cruzó con su primo y lo saludó afectuosamente.


Muy sorprendido, Devadatta preguntó:


--¿No estás enfadado, señor?


--No, claro que no. Sin salir de su asombro, inquirió:


--¿Por qué?


Y el Buda dijo:


--Porque ni tú eres ya el que arrojó la roca, ni yo soy ya el que estaba allí cuando me fue arrojada.


*El Maestro dice: Para el que sabe ver, todo es transitorio: para el que sabe amar, todo es perdonable.


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EL VIAJERO SEDIENTO


Lentamente, el sol se había ido ocultando y la noche había caído por completo. Por la inmensa planicie de la India se deslizaba un tren como una descomunal serpiente quejumbrosa.


Varios hombres compartían un departamento y, como quedaban muchas horas para llegar al destino, decidieron apagar la luz y ponerse a dormir. El tren proseguía su marcha. Transcurrieron los minutos y los viajeros empezaron a conciliar el sueño. Llevaban ya un buen número de horas de viaje y estaban muy cansados. De repente, empezó a escucharse una voz que decía:


--¡Ay, qué sed tengo! ¡Ay, qué sed tengo!


Así una y otra vez, insistente y monótonamente. Era uno de los viajeros que no cesaba de quejarse de su sed, impidiendo dormir al resto de sus compañeros. Ya resultaba tan molesta y repetitiva su queja, que uno de los viajeros se levantó, salió del departamento, fue al lavabo y le trajo un vaso de agua. El hombre sediento bebió con avidez el agua. Todos se echaron de nuevo. Otra vez se apagó la luz. Los viajeros, reconfortados, se dispusieron a dormir. Transcurrieron unos minutos. Y, de repente, la misma voz de antes comenzó a decir:


--¡Ay, qué sed tenía, pero qué sed tenía!


*El Maestro dice: La mente siempre tiene problemas. Cuando no tiene problemas reales, fabrica problemas imaginarios y ficticios, teniendo incluso que buscar soluciones imaginarias y ficticias.

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EL TIGRE QUE BALABA


Al atacar a un rebaño, una tigresa dio a luz y poco después murió. El cachorro creció entre las ovejas y llegó él mismo a tomarse por una de ellas, y como una oveja llegó a ser considerado y tratado por el rebaño. Era sumamente apacible, pacía y balaba, ignorando por completo su verdadera naturaleza. Así transcurrieron algunos años.


Un día llegó un tigre hasta el rebaño y lo atacó. Se quedó estupefacto cuando comprobó que entre las ovejas había un tigre que se comportaba como una oveja más. No pudo por menos que decirle:


--Oye, ¿por qué te comportas como una oveja, si tú eres un tigre?


Pero el tigre-oveja baló asustado.


Entonces el tigre lo condujo ante un lago y le mostró su propia imagen.


Pero el tigre-oveja seguía creyéndose una oveja, hasta tal punto que cuando el tigre recién llegado le dio un trozo de carne ni siquiera quiso probarla.


--Pruébala -le ordenó el tigre.


Asustado, sin dejar de balar, el tigre-oveja probó la carne. En ese momento la carne cruda desató sus instintos de tigre y reconoció de golpe su verdadera y propia naturaleza.


*El Maestro dice: El ser humano común está tan identificado con la burda máscara de su personalidad y su ego que desconoce su genuina y real naturaleza.


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LOS CIEGOS Y EL ELEFANTE

Se hallaba el Buda en el bosque de Jeta cuando llegaron un buen número de ascetas de diferentes escuelas metafísicas y tendencias filosóficas.


Algunos sostenían que el mundo es eterno, y otros, que no lo es; unos que el mundo es finito, y otros, infinito; unos que el cuerpo y el alma son lo mismo, y otros, que son diferentes; unos, que el Buda tiene existencia tras la muerte, y otros, que no. Y así cada uno sostenía sus puntos de vista, entregándose a prolongadas polémicas. Todo ello fue oído por un grupo de monjes del Buda, que relataron luego el incidente al maestro y le pidieron aclaración. El Buda les pidió que se sentaran tranquilamente a su lado, y habló así:


--Monjes, esos disidentes son ciegos que no ven, que desconocen tanto la verdad como la no verdad, tanto lo real como lo no real. Ignorantes, polemizan y se enzarzan como me habéis relatado. Ahora os contaré un suceso de los tiempos antiguos. Había un maharajá que mandó reunir a todos los ciegos que había en Sabathi y pidió que los pusieran ante un elefante y que contasen, al ir tocando al elefante, qué les parecía. Unos dijeron, tras tocar la cabeza: “Un elefante se parece a un cacharro”; los que tocaron la oreja, aseguraron: “Se parece a un cesto de aventar”; los que tocaron el colmillo: “Es como una reja de arado”; los que palparon el cuerpo: “Es un granero”. Y así, cada uno convencido de lo que declaraba, comenzaron a querellarse entre ellos.


El Buda hizo una pausa y rompió el silencio para concluir:


--Monjes, así son esos ascetas disidentes: ciegos, desconocedores de la verdad, que, sin embargo, sostienen sus creencias.


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UNA PARTÍCULA DE VERDAD

En compañía de uno de sus acólitos, el diablo vino a dar un largo paseo por el planeta Tierra. Habiendo tenido noticias de que la Tierra era terreno de odio y perversidades, corrupción y malevolencia, abandonó durante unos días su reino para disfrutar de su viaje. Maestro y discípulo iban caminando tranquilamente cuando, de súbito, este último vio una partícula de verdad. Alarmado, previno al diablo:


--Señor, allí hay una partícula de verdad, cuidado no vaya a extenderse.


Y el diablo, sin alterarse en lo más mínimo, repuso:


--No te preocupes, ya se encargarán de institucionalizarla.


*El Maestro dice: Nadie puede monopolizar la verdad, ni la verdad es patrimonio de nadie.


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EL BARQUERO INCULTO

Se trataba de un joven erudito, arrogante y engreído. Para cruzar un caudaloso río de una a otra orilla tomó una barca. Silente y sumiso, el barquero comenzó a remar con diligencia. De repente, una bandada de aves surcó el cielo y el joven preguntó al barquero:


--Buen hombre, ¿has estudiado la vida de las aves?


--No, señor -repuso el barquero.


--Entonces, amigo, has perdido la cuarta parte de tu vida.


Pasados unos minutos, la barca se deslizó junto a unas exóticas plantas que flotaban en las aguas del río. El joven preguntó al barquero:


--Dime, barquero, ¿has estudiado botánica?


--No, señor, no sé nada de plantas.


--Pues debo decirte que has perdido la mitad de tu vida -comentó el petulante joven.


El barquero seguía remando pacientemente. El sol del mediodía se reflejaba luminosamente sobre las aguas del río. Entonces el joven preguntó:


--Sin duda, barquero, llevas muchos años deslizándote por las aguas.


¿ Sabes, por cierto, algo de la naturaleza del agua?


--No, señor, nada sé al respecto.


No sé nada de estas aguas ni de otras.


--¡Oh, amigo! -exclamó el joven-.


De verdad que has perdido las tres cuartas partes de tu vida.


Súbitamente, la barca comenzó a hacer agua. No había forma de achicar tanta agua y la barca comenzó a hundirse. El barquero preguntó al joven:


--Señor, ¿sabes nadar?


--No -repuso el joven.


--Pues me temo, señor, que has perdido toda tu vida.


*El Maestro dice: No es a través del intelecto como se alcanza el Ser: el pensamiento no puede comprender al pensador y el conocimiento erudito no tiene nada que ver con la Sabiduría*.


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UNA INSENSATA BÚSQUEDA

Una mujer estaba buscando afanosamente algo alrededor de un farol. Entonces un transeúnte pasó junto a ella y se detuvo a contemplarla. No pudo por menos que preguntar:


--Buena mujer, ¿qué se te ha perdido?, ¿qué buscas?


Sin poder dejar de gemir, la mujer, con la voz entrecortada por los sollozos, pudo responder a duras penas:


--Busco una aguja que he perdido en mi casa, pero como allí no hay luz, he venido a buscarla junto a este farol.


*El Maestro dice: No quieras encontrar fuera de ti mismo lo que sólo dentro de ti puede ser hallado.


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UN PRESO SINGULAR

Era un hombre que había sido encarcelado. A través de un ventanuco enrejado que había en su celda gustaba de mirar al exterior. Todos los días se asomaba al ventanuco, y, cada vez que veía pasar a alguien al otro lado de las rejas, estallaba en sonoras e irrefrenables carcajadas. El guardián estaba realmente sorprendido. Un día ya no pudo por menos que preguntar al preso:


--Oye, hombre, ¿a qué vienen todas esas risotadas día tras día?


Y el preso contestó:


--¿Cómo que de qué me río? ¡Pero estás ciego! Me río de todos esos que hay ahí. ¿No ves que están presos detrás de estas rejas?


*El Maestro dice: Por falta de discernimiento puro, no sólo estás en cautiverio, sino que ni siquiera llegas a darte cuenta de que lo estás.


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LA PALOMA Y LA ROSA

La incipiente claridad del día comenzaba a disipar las tinieblas de una noche tibia y hermosa. Una paloma, revoloteando y revoloteando, penetró en un pequeño y recoleto templo de la India. Todas las paredes estaban adornadas de espejos y en ellos se reflejaba la imagen de una rosa que había situada, como ofrenda, en el centro del altar. La paloma, tomando las imágenes por la rosa misma, se abalanzó contra ellas, chocando violentamente una y otra vez contra las acristaladas paredes del templo, hasta que, al final, su frágil cuerpo reventó y halló la muerte. Entonces, el cuerpo de la paloma, todavía caliente, cayó justo sobre la rosa.


*El Maestro dice: No apuntes a las apariencias; sino a la Realidad.


No te extravíes en la diversidad, sino que debes establecerte en la Unidad.


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EL CONDUCTOR BORRACHO

Por un sinuoso camino y a gran velocidad, un hombre borracho conducía su carro. De repente, perdió el control del carro, se salió del trayecto y se precipitó contra una charca pestilente. Varias personas, al ver el accidente, corrieron al lugar y ayudaron a incorporarse al conductor.


No podía ocultar su borrachera y, entonces, uno de sus auxiliadores le dijo:


--Pero, ¿es que no ha leído usted el célebre tratado de Naraín Gupta extendiéndose sobre los efectos perjudiciales del alcohol?


Y el ebrio conductor, sin dejar de hipar, tartamudeó:


--Yo soy Naraín Gupta.


*El Maestro dice: Así procede el falso gurú.


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CADA HOMBRE UNA DOCTRINA

Era un discípulo honesto y de buen corazón, pero todavía su mente era un juego de luces y sombras y no había recobrado la comprensión amplia y conciliadora de una mente sin trabas.


Como su motivación era sincera, estudiaba sin cesar y comparaba credos, filosofías y doctrinas. Realmente llegó a estar muy desconcertado al comprobar la proliferación de tantas enseñanzas y vías espirituales. Así, cuando tuvo ocasión de entrevistarse con su instructor espiritual, dijo:


--Estoy confundido. ¿Acaso no existen demasiadas religiones, demasiadas sendas místicas, demasiadas doctrinas si la verdad es una?


Y el maestro repuso con firmeza:


--¡Qué dices, insensato! Cada hombre es una enseñanza, una doctrina.


*El Maestro dice: Aunque haya muchas vías, en última instancia sigue tu propia senda interior.


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EL ANCIANO Y EL NIÑO

Eran un anciano y un niño que viajaban con un burro de pueblo en pueblo.


Llegaron a una aldea caminando junto al asno y, al pasar por ella, un grupo de mozalbetes se rió de ellos, gritando:


--¡Mirad que par de tontos! Tienen un burro y, en lugar de montarlo, van los dos andando a su lado. Por lo menos, el viejo podría subirse al burro.


Entonces el anciano se subió al burro y prosiguieron la marcha. Llegaron a otro pueblo y, al pasar por el mismo, algunas personas se llenaron de indignación cuando vieron al viejo sobre el burro y al niño caminando al lado. Dijeron:


--¡Parece mentira! ¡Qué desfachatez! El viejo sentado en el burro y pobre niño caminando.


Al salir del pueblo, el anciano y el niño intercambiaron sus puestos.


Siguieron haciendo camino hasta llegar a otra aldea. Cuando las gentes los vieron, exclamaron escandalizados:


--¡Esto es verdaderamente intolerable! ¿Habéis visto algo semejante?


El muchacho montado en el burro y el pobre anciano caminando a su lado.


—¡Qué vergüenza!


Puestas así las cosas, el viejo y el niño compartieron el burro. El fiel jumento llevaba ahora el cuerpo de ambos sobre sus lomos. Cruzaron junto a un grupo de campesinos y éstos comenzaron a vociferar:


--¡Sinvergüenzas! ¿Es que no tenéis corazón? ¡Vais a reventar al pobre animal!


El anciano y el niño optaron por cargar al burro sobre sus hombros. De este modo llegaron al siguiente pueblo. La gente se apiñó alrededor de ellos. Entre las carcajadas, los pueblerinos se mofaban gritando:


--Nunca hemos visto gente tan boba. Tienen un burro y, en lugar de montarse sobre él, lo llevan a cuestas.


!Esto sí que es bueno! ¡Qué par de tontos!


De repente, el burro se revolvió, se precipitó en un barranco y murió.


*El Maestro dice: Si escucháis las opiniones de los demás, acabaréis muertos como este burro. Cerrad los oídos a la opinión ajena. Que aquello que los demás censuran te sea indiferente. Escucha únicamente la voz de tu corazón y no te pierdas en opiniones ajenas.


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EL CONTRABANDISTA

Todos sabían que era indiscutiblemente un contrabandista. Era incluso célebre por ello. Pero nadie había logrado jamás descubrirlo y mucho menos demostrarlo. Con frecuencia, cruzaba de la India a Pakistán a lomos de su burro, y los guardias, aun sospechando que contrabandeaba, no lograban obtener ninguna prueba de ello.


Transcurrieron los años y el contrabandista, ya entrado en edad, se retiró a vivir apaciblemente a un pueblo de la India. Un día, uno de los guardias que acertó a pasar por allí se lo encontró y le dijo:


--Yo he dejado de ser guardia y tú de ser contrabandista. Quiero pedirte un favor. Dime ahora, amigo, qué contrabandeabas.


Y el hombre repuso:


--Burros.


*El Maestro dice: Así el ser humano, en tanto no ha purificado su discernimiento, no logra ver la realidad.


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EL PASTOR DISTRAÍDO

Al atardecer, un pastor se disponía a conducir el rebaño al establo. Entonces contó sus ovejas y, muy alarmado, se dio cuenta de que faltaba una de ellas. Angustiado, comenzó a buscarla durante horas, hasta que se hizo muy avanzada la noche. No podía hallarla y empezó a llorar desesperado. Entonces, un hombre que salía de la taberna y que pasó junto a él, le miró y le dijo:


--Oye, ¿por qué llevas una oveja sobre los hombros?


*El Maestro dice: No seas como el pastor negligente, que por no haber aprendido a discernir, buscas donde no debes hacerlo y así todas tus tentativas son insatisfactorias.


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OCHO ELEFANTES BLANCOS

El discípulo quería elaborarlo todo a través del entendimiento intelectual. Sólo confiaba en la razón y estaba encerrado en la propia jaula de su lógica. Visitó al mentor espiritual y le preguntó:


--Señor, ¿quién sostiene el mundo?


El mentor repuso:


--Ocho elefantes blancos.


--¿Y quién sostiene a los ocho elefantes blancos? -preguntó intrigado el discípulo.


--Otros ocho elefantes blancos.


*El Maestro dice: El pensamiento es limitado. Una nueva energía de conocimiento aparece cuando cesa el pensamiento.


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EL EREMITA ASTUTO

Era un eremita de muy avanzada edad. Sus cabellos eran blancos como la espuma, y su rostro aparecía surcado con las profundas arrugas de más de un siglo de vida. Pero su mente continuaba siendo sagaz y despierta y su cuerpo flexible como un lirio. Sometiéndose a toda suerte de disciplinas y austeridades, había obtenido un asombroso dominio sobre sus facultades y desarrollado portentosos poderes psíquicos. Pero, a pesar de ello, no había logrado debilitar su arrogante ego. La muerte no perdona a nadie, y cierto día, Yama, el Señor de la Muerte, envió a uno de sus emisarios para que atrapase al eremita y lo condujese a su reino. El ermitaño, con su desarrollado poder clarividente, intuyó las intenciones del emisario de la muerte y, experto en el arte de la ubicuidad, proyectó treinta y nueve formas idénticas a la suya. Cuando llegó el emisario de la muerte, contempló, estupefacto, cuarenta cuerpos iguales y, siéndole imposible detectar el cuerpo verdadero, no pudo apresar al astuto eremita y llevárselo consigo. Fracasado el emisario de la muerte, regresó junto a Yama y le expuso lo acontecido.


Yama, el poderoso Señor de la Muerte, se quedó pensativo durante unos instantes. Acercó sus labios al oído del emisario y le dio algunas instrucciones de gran precisión. Una sonrisa asomó en el rostro habitualmente circunspecto del emisario, que se puso seguidamente en marcha hacia donde habitaba el ermitaño. De nuevo, el eremita, con su tercer ojo altamente desarrollado y perceptivo, intuyó que se aproximaba el emisario. En unos instantes, reprodujo el truco al que ya había recurrido anteriormente y recreó treinta y nueve formas idénticas a la suya.


El emisario de la muerte se encontró con cuarenta formas iguales.


Siguiendo las instrucciones de Yama, exclamó:


--Muy bien, pero que muy bien.


!Qué gran proeza!


Y tras un breve silencio, agregó:


--Pero, indudablemente, hay un pequeño fallo.


Entonces el eremita, herido en su orgullo, se apresuró a preguntar:


--¿Cuál?


Y el emisario de la muerte pudo atrapar el cuerpo real del ermitaño y conducirlo sin demora a las tenebrosas esferas de la muerte.


*El Maestro dice: El ego abre el camino hacia la muerte y nos hace vivir de espaldas a la realidad del Ser. Sin ego, eres el que jamás has dejado de ser.


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